Tal vez el lector haya oído hablar del tangram, ese rompecabezas de origen chino constituido por un reducido número de figuras geométricas. A diferencia de los rompecabezas europeos, en los que el número y la forma de las piezas son variables, el tangram se compone de siete figuras geométricas que surgen de la división de un cuadrado, obteniendo dos triángulos grandes, un triángulo mediano, dos triángulos pequeños, un cuadrado y un romboide.
Estas figuras pueden combinarse de diferentes modos para obtener otras figuras más complejas. Sólo hay dos reglas que deben respetarse en el modo de juego tradicional: utilizar siempre las siete figuras y combinar las siete figuras de manera que siempre formen un conjunto único (o sea, sin ninguna figura separada de otras). El resultado obtenido por las combinaciones es, por lo general, una silueta (al modo de las sombras chinescas). Con este juego pueden lograrse tanto formas figurativas, como figuras humanas o animales en distintas poses, casas, barcos, plantas, etc., como formaciones abstractas de gran belleza.
No se conoce con certeza el origen de este rompecabezas. Algunos creen que fue ideado por Confucio. También conocido como Ch’i Ch’ae pan, expresión de la época Chu (740-330 a.C.) que significa juego de los siete elementos, debe considerarse que originalmente esta expresión designó el ritual de hacer pasar un hilo por los siete agujeros de siete agujas el séptimo día del séptimo mes para atraer la buena suerte. No obstante, podemos inferir que el origen del tangram es muy antiguo. Para los curiosos, recomiendo el libro El tangram. Juego de formas chino, de Joost Elffers (editorial Labor, Bsrcelona, 1993), en el cual se muestran alrededor de 1.600 figuras con sus soluciones.
Lo fascinante del tangram es la gran variedad de formas que puede asumir un único conjunto constituido por pocos elementos. Así, el tangram puede pensarse como un cuerpo con gran capacidad de metamorfosis.
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