martes, 30 de agosto de 2011

Continúa la muestra fotográfica sobre los "Pasajes de París. Un homenaje a Walter Benjamin"


© Vilma Santillán (texto)

Van mis agradecimientos a los familiares, amigos y colegas que ya visitaron mi actual exposición fotográfica que se exhibe en el Restó de la Sociedad Central de Arquitectos, en la ciudad de Buenos Aires, con obras en blanco y negro, realizadas en 2010, sobre los Pasajes de París.

Quienes todavía no pudieron verla, tienen tiempo hasta el viernes 9 de septiembre inclusive.

viernes, 12 de agosto de 2011

Citas corporales (XV)


“En el mundo húngaro de entonces reinaba una abundancia digna de Canaan, todo resultaba barato: no sería así después de la guerra, cuando todos nos convertiríamos en pobres de necesidad, y la falta de dinero y la miseria obligarían a los comerciantes a malvender mercancías; pero, en aquella época de paz, todos sacaban algo. Aquélla era todavía una vida de señores, ajena a los problemas económicos. El desayuno parecía una fiesta de cumpleaños o una boda.[…] Se trataba de un momento festivo y solemne. […] Los niños desayunábamos café con leche y panecillos untados con mantequilla, y sopa de pan durante el invierno, pero la simple contemplación del desayuno paterno deleitaba y causaba sentimientos elevados en todos. Mi padre desayunaba con mucha elegancia y refinamiento. Su bata de seda, los delicados movimientos de sus pequeñas manos femeninas, con su sortija con el escudo familiar, su calma y su buena disposición de pater familias me cautivaban a diario. Tomaba un té que parecía oro líquido con mucho ron, huevos con jamón, miel y mantequilla húngara […] que untaba en las tostadas que hacían expresamente para él; a mí me encantaba contemplar ese desayuno tan refinado, tan digno de un ‘hombre de mundo’ ”.

(Sándor Márai, Confesiones de un burgués)


jueves, 4 de agosto de 2011

Citas corporales (XIV)


La bella chocolatera (Jean-Étienne Lyotard, 1744, Pinacoteca de Dresden)
“Las criadas dormían en la cocina. Por grande que fuese la casa, aunque tuviese diez o doce habitaciones, en las familias de antes la costumbre esa que la cocinera y todas las criadas durmiesen en la cocina, en el mismo sitio en que cocinaban, fregaban y trabajaban durante todo el día. Por la mañana se lavaban la cara en el fregadero, donde tiraban el agua sucia de lavar y fregar. En la mayoría de las cocinas de entonces, el aire estaba siempre viciado por más que se ventilara”.

(Sándor Márai, Confesiones de un burgués)