lunes, 31 de octubre de 2011

Smartphone: ¿el fin de la flânerie?



© Mauricio Rinaldi

Hoy he leído en la sección Turismo del diario un artículo referido a los smarthphones y los beneficios que estos aparatitos le brindan al viajero para, como dice el autor de la nota, “… simplificarnos la organización de las vacaciones…”. En efecto, luego de una breve introducción en la cual nos alertan para averiguar qué aplicaciones funcionan en determinados países, cuáles son pagas y cuáles gratuitas (como vemos, la tecnología es maravillosa, pero no es mágica), la nota pasa revista a algunos de los miles y miles de programas (no exagero) que ayudan a obtener diferentes tipos de información.

Así, por ejemplo, uno de los programas (discovercities) informa sobre las posibilidades de transporte en una ciudad, indicando horarios, frecuencia, estados de tráfico y ruta sugerida para ir de un punto a otro en el menor tiempo posible. O sea, es una guía. Asociado a este programa podemos pensar otro (waze) que permite a los usuarios compartir información sobre situaciones no previstas (como cortes de ruta, estado del tráfico en una carretera, etc.) actualizada en tiempo real. Así, si bien es cierto que alguien puede beneficiarse con la información que otra persona acaba de enviar, también es cierto que los usuarios trabajan para el sistema aportando información, invirtiendo su tiempo gratuitamente.

Un programa para distraídos (g-park) almacena la información sobre la ubicación del automóvil una vez estacionado. Si el conductor no recuerda luego dónde dejó su auto, puede consultarlo en el Smartphone ¿Es que un auto es un objeto tan irrelevante en tamaño y costo como para que olvidemos en qué lugar lo hemos estacionado? Debemos agregar un detalle: no olvidar dónde tenemos el Smartphone (aunque podríamos grabar esta información en otro teléfono celular, y, por las dudas, la de éste en otro, etc.; una verdadera regresión al infinito).

También se menciona la función linterna (flashlight), la cual ayuda en un corte de energía, pero con el agregado de que podemos elegir los colores de las luces. Divertido, ¿no?; pero, ¿para qué querríamos lucecitas de colores en un corte de luz?

Otro programa (aroundme) nos informa sobre todos los establecimientos que nos rodean en un radio de 3km en una ciudad, desde bares y farmacias hasta cajeros automáticos y bancos, indicándonos cómo llegar hasta ellos. Pero, al consultar por algún lugar, el sistema registra estas operaciones y puede establecer un perfil del usuario (qué consume, qué le gusta, dónde está, etc.). La nota del diario dice “… todos los establecimientos…”; ¿será verdad?, ¿podré saber si hay un bar en el cual me ofrezcan té ruso o si hay algún anticuario que me venda un manuscrito del norte escocés del siglo XI?

Para evitar al viajero escribir su propia agenda, el sistema lo hace por él. El viajero envía todos los datos al programa (trip), como horarios de vuelo, entradas a espectáculos, reservas de hotel, etc. El programa le devuelve todo esto ordenado en un solo documento, con el agregado de mapas, información meteorológica (¡¿de aquí a 30 días?!) e, incluso, imágenes del lugar (¡qué suerte!, me ahorro tomar fotografías con la cámara del celu). Lo aterrador de este programa es que el sistema “sabe” dónde estoy en todo momento.

Por último, sólo mencionaré un programa curioso (sitorsquat) que nos informa sobre un registro de 97.772 baños en todo el mundo. El viajero que, repentina e imprevistamente, se ve sometido a las incontrolables fuerzas internas de su humanidad, puede saber mediante este programa dónde encontrar ese pequeño, pero tan necesario, habitáculo en el cual la natural y milenaria función fisiológica podrá restablecer la compostura (algo que ni la más avanzada microelectrónica del siglo XXI ha logrado aún).

El artículo me ha dejado realmente asombrado por la gran cantidad de cosas que podemos hacer con estos pequeños equipos (en realidad, lo único que nos brindan es información; ¡casi nada!). La organización de las vacaciones pasa a ser una tarea similar a la del trabajo (del cual se pretende escapar precisamente durante las vacaciones). En esta línea, las mismas vacaciones se transforman en un tipo de experiencia similar a la del trabajo al estar totalmente planificada. El placer que brinda la sensación de libertad cuando paseamos por una ciudad y nos dejamos llevar sin saber qué encontraremos a la vuelta de la próxima esquina se pierde con el Smartphone. El flâneur, tal como lo describió Walter Benjamin, es así un tipo de individuo que todos querríamos ser en vacaciones, es decir, nos gustaría ser libres. Pero, la tecnología, o mejor, la adicción a la tecnología impide esta posibilidad. Así, los sistemas de la Internet 2.0 me producen sentimientos de sospecha, ya que toda operación queda en los registros estadísticos pudiendo entonces saber todo sobre las personas: sus gustos de consumo, sus opiniones, su ubicación física, sus gastos. Esta información permite a los productores establecer una oferta de mercado sumamente segmentada (allí está su beneficio). Pero también puede utilizarse esta información con fines de predicciones sobre el accionar social. La conclusión sería, entonces: nos ofrecen la tecnología diciéndonos “serás libre”, pero realmente “serás parte del sistema”. Me pregunto, si Foucault estuviera vivo aún, hasta dónde habrían llegado sus análisis cuando hablaba de los dispositivos de control y disciplinamiento.

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